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Arturo Bosque

Concierto de flauta y órgano

Por Rafael Cervera

Corría el año 1963, hallá por el mes de octubre, cercanas las fiestas del Pilar. Había venido a Zaragoza, el hijo de unos amigos de mis futuros suegros que residían en Caracas (Venezuela). Eran gente de "prosapia y alcurnia" por cuyo empaque, el esposo, representaba en dicha ciudad, el título de Consul Honorario a todos los efectos. Residían en Villa ajardinada con servidumbre nativa etc.etc..Y aquí en Zaragoza, todavía vivían los padres de la esposa, es decir los abuelos (en este caso los "abuelitos")  del muchacho, amigo de mi novia.Tenían la residencia en aquellos chaléts del paseo de Gral. Mola ( hoy Sagasta), eran unos edificios bien construidos de doble planta y pequeño jardín delante del edificio. Todo él estaba decorado con sumo gusto, muebles de época, cortinajes de terciopelo, visillos de blonda y detalles de gusto acorde con la edad de sus habitantes, los cuales vestían con suma elegancia, hablaban bajito y empleaban un léxico ya no habitual entre las gentes de la calle, "el vulgo".

Hago esta presentación de los personajes y su entorno, para poder comprender mucho mejor el desarrollo de los acontecimientos que se mostrarán en este breve relato.

A su vez había venido de Burdeos, una amiga de  mi novia , llamada Claudine, para cumplimentar un intercambio de visita  y el  estudio del español. Yo por aquellas fechas acababa de volver de Alemania, donde había estando trabajando como joyero en Pforsheim, en la Selva Negra.

Todos éramos muy internacionales y con una edad entre los 20 y 24 años, estábamos dispuestos a presentarnos ante cualquier evento, circunstancia, foro o medio cualquiera, que estábamos seguros de dar lo mejor de cada uno de nosotros. Fuimos invitados una tarde de domingo a merendar los 4 jóvenes a casa de "los abuelitos", cosa que nos pareció muy interesante pues así cada uno podía explayarse en sus experiencias, según sus circunstancias de vida. Así lo hicimos, acudiendo con puntualidad germánica a dicho domicilio. Nuestros atuendos estaban acordes a la categoría que el "evento" requería.

Se hicieron las presentaciones, medias sonrisas, gestos de agrado circunstancial y algún que otro ademán de besamanos a la señora de la casa.

Pasamos al salón central de la vivienda, al que se accedía después de atravesar suntuoso recibidor con muebles de palo santo, decorado todo él de muebles auxiliares e imágenes religiosas que atemorizaban, más que enfervorizaban…. Un par de peldaños nos adentraba al suntuoso pero arcaico salón, saturado de mobiliario decorativo al más noble estilo ochocentista.

Tomamos asiento cada uno, allí donde se nos indicó, y comenzó la velada con la toma del té y una degustación de pastas almendradas y biscuit de gustos variados.

Todo transcurría según los cánones de la casa, en una conversación discreta y bien medida, según correspondía a la circunstancia de la persona que era interrogada.

Poco a poco, el ambiente fue tomando cierta naturalidad y confianza, hasta el punto de invitar por parte del joven venezolano a interpretar con su órgano de teclado portátil (poco conocido en aquellas calendas) algunas melodías propias de la época. A su vez poseía una flauta también de teclado de marca Hottmner que estaba muy en boga entonces, para interpretarse la “ YENKA”.

Ante tales instrumentos, yo quise participar en la interpretación de algunas melodías, para así amenizar consecuentemente aquella velada amable y demostrar que yo también podía estar a la altura de las circunstancias.

Yo tocaría la flauta, mientras el joven se hacía cargo del teclado de última generación.

Así las cosas, nos pusimos de acuerdo en la interpretación de una determinada melodía. El espectáculo estaba servido. Los nervios de mi novia se “ponían a 100”

Los abuelitos sonreían agradecidos y la francesita permanecía inmóvil ante el próximo espectáculo que iba a comenzar.

Quedó en silencio la sala…. Hubo un movimiento de cabeza del venezolano… se contó el 1…2….3….con la suela del zapato… y dio comienzo la melodía en cuestión.

Entonces….una inoportuna tos que quería salir por mi “gaznate” , y al tener la boca ocupada con la boquilla de la flauta, salió lógicamente por mis fosas nasales en forma de MOCO gigantesco de tonalidades verdosas, y como cañonazo incontrolado, que fue a parar a la punta de la flauta quedando colgando y penduleando durante unos momentos, hasta que un pañuelo de mi escandalizada novia, aterrizó sobre AQUEL, y se dio por finalizado el concierto que apenas había transcurrido unos pocos segundos.

El resto os lo podéis imaginar, sonrojo, vocablos incoherentes de perdón, ganas de desaparecer y sonrisas furtivas de los dueños de la casa…..

Aquella velada nunca se me olvidará…